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Reflexiones de un Aspirante Rosacruz
de Richard Koepsel

(Reflections of a Rosicrucian Aspirant
by Richard Koepsel)


Spanish Version


Tabla de Contenido

  1. Cambio »  PDF »
  2. ¿Por qué cantan los pájaros? »  PDF »
  3. La esposa de Lot »  PDF »
  4. Como somos conocidos »  PDF »
  5. Cristo y el Ganado »  PDF »
  6. PIB »  PDF »
  7. ¿Agregando a la Confusión? »  PDF »
  8. ¿Qué hay para Mí? »  PDF »
  9. Expiación Vicaria »  PDF »
10. En las Películas »  PDF »
11. Economía del Lado de la Oferta »  PDF »
12. Rayos Cósmicos »  PDF »
13. Reciclaje »  PDF »
14. Celebridad »  PDF »
15. Alabanza »  PDF »
16. Oraciones a los Santos »  PDF »
17. Libros »  PDF »
18. Donde más se necesita »  PDF »
19. Ahora Sabemos en Parte »  PDF »
20. La Voz del Pastor »  PDF »
21. ¿Escribió Jesús este Libro? »  PDF »
22. I A »  PDF »
23. Identificación »  PDF »
24. El Misterio de la Encarnación »  PDF »
25. El Hombre Invisible »  PDF »
26. Conciencia »  PDF »
27. Privacidad »  PDF »
28. El Problema del Yo »  PDF »
29. Covid-19 »  PDF »
30. OVNIs »  PDF »
31. Cierre »  PDF »
32. Triunfador »  PDF »
33. Soledad »  PDF »
34. Desalojo »  PDF »
35. El Punto de Dios »  PDF »
36. Dolor »  PDF »
37. El Problema del Mal »  PDF »
38. Gracia y Perdón de los Pecados »  PDF »
39. Martirio »  PDF »
40. ¿Que Hay de Nuevo? »  PDF »


El Problema del Yo

A medida que avanza la vida, encontramos que hay cosas que siempre quisimos lograr, pero nunca las hicimos. Este escritor nunca se graduó del college, aunque quería hacerlo. Su vida en la educación superior formal fue intermitente. Trabajaba para ganar suficiente dinero para ir al college, luego volvía a al collage hasta que el dinero estaba a punto de agotarse, y luego andaba con beatniks, hasta que tenía que volver al trabajo. Durante la etapa laboral de esta sucesión viviría con sus padres y trabajaría en una planta siderúrgica. Trabajaría en una cadena de montaje, ensamblando máquinas expendedoras, equipos de oficina, e incluso implementos agrícolas. Durante la hora del almuerzo aprendió a jugar Sheephead, Schafkopf* en alemán. Dos expertos, Gustav y Werner, estaban felices de enseñarme a jugar. La razón de su felicidad era que todos los días se llevaban unas cuantas monedas extra a casa. Al principio, este escritor perdía todos los días pero, a medida que avanzaba el año, los expertos veían jugadas que nunca antes habían visto, y este escritor se llevaba a casa las monedas extra; ni Gustav ni Werner admitirían haber perdido ante un principiante, ellos eran demasiado introvertidos. Este escritor aprendió más que Sheephead y algunos trucos nuevos. Aprendió que si quieres mejorar, tienes que competir contra los mejores. Esta práctica se aplica a algo más que competencias. Se aplica a todo en la vida, incluida la aspiración espiritual. Para crecer, uno debe enfrentar problemas difíciles. A veces esto significa problemas para los que no hay solución. Por ejemplo, el origen de la mayor parte del corpus matemático se remonta a tres problemas insolubles: la cuadratura de un círculo, la duplicación de un cubo y la trisección de un ángulo.

La filosofía espiritual tiene sus propios enigmas que abordar. Son importantes porque tienen que ver con la vida y la realidad última, y no con una mera búsqueda intelectual. Uno de estos problemas se llama “el problema del yo”. Es un problema que ha inquietado a teólogos, filósofos y, especialmente, buscadores, durante milenios. Las diferentes religiones tienen diferentes puntos de vista al respecto y cómo abordarlo. Como aspirantes a la mística cristiana, nos conviene saber al menos un poco sobre ella, para los momentos en que la encontremos en nuestra vida interior.

Es evidentemente cierto que experimentamos la conciencia. La naturaleza básica y evidente de la conciencia nos prueba su existencia con o sin duda. Nadie, hasta ahora, ha dudado completamente de la conciencia con éxito. La experiencia de la conciencia puede ser sutil e ilusoria. Si uno cierra los ojos y se enfoca interiormente, experimenta algo como una conciencia más pura. Esta experiencia inmediata parece ilimitada. Podría ser eterna, ya que no hay concepto de tiempo a menos que se lo introduzca. Tampoco existe el concepto de espacio, ya que uno podría estar en cualquier lugar y ser consciente de esta manera. Aunque se acerca a la conciencia pura, no tiene sentido para nosotros. No tiene sentido porque, en este momento de nuestra evolución, encontramos significado en la conciencia de las cosas y los estados del ser. Decimos cosas como “Estoy consciente porque tengo frío” o “Estoy consciente porque estoy feliz”. Cuando abrimos los ojos, volvemos a este estado de conciencia relativa.

Es evidentemente cierto que experimentamos la conciencia. La naturaleza básica y evidente de la conciencia nos prueba su existencia con o sin duda. Nadie, hasta ahora, ha dudado completamente de la conciencia con éxito. La experiencia de la conciencia puede ser sutil e ilusoria. Si uno cierra los ojos y se enfoca interiormente, experimenta algo como una conciencia más pura. Esta experiencia inmediata parece ilimitada. Podría ser eterna, ya que no hay concepto de tiempo a menos que se lo introduzca. Tampoco existe el concepto de espacio, ya que uno podría estar en cualquier lugar y ser consciente de esta manera. Aunque se acerca a la conciencia pura, no tiene sentido para nosotros. No tiene sentido porque, en este momento de nuestra evolución, encontramos significado en la conciencia de las cosas y los estados del ser. Decimos cosas como “Estoy consciente porque tengo frío” o “Estoy consciente porque estoy feliz”. Cuando abrimos los ojos, volvemos a este estado de conciencia relativa.

Sabemos que la conciencia es variable porque tenemos recuerdos de tiempos en los que éramos más o menos conscientes que ahora. Los adeptos a la conciencia nos dicen que sólo hay conciencia, que no hay un estado no consciente. Incluso lo que llamamos inconsciencia no es más que un bajo grado de conciencia. Si hubiera un estado no consciente, ¿cómo podríamos ser conscientes de él? Nada puede salir de tal tipo de no ser. Gracias a la memoria, sabemos que hemos pasado de la inconsciencia al estado de conciencia al que ahora experimentamos. La memoria juega un papel importante en la conciencia, pero la naturaleza básica de la memoria y su relación con la conciencia está más allá del alcance de este ensayo. Mientras observamos la conciencia, en este momento, vemos que la memoria es un factor importante en la autoconciencia, porque lo que llamamos ‘yo’ ha sido constante en la continuidad de nuestra conciencia de vigilia, sin importar el grado de esa conciencia. El yo que experimentamos hoy es el mismo que experimentamos ayer. Estamos indirectamente conscientes de la autoconciencia, cuando otros informan una conciencia idéntica de experiencias idénticas de sus recuerdos. Sabemos que somos agentes de la conciencia, como lo son los demás. Aunque exigua, esta minúscula conciencia de la conciencia general tendrá que ser suficiente por ahora, a medida que dirigimos nuestra atención más hacia la autoconciencia.

Todos los días aumentamos nuestra apreciación de la autoconciencia. El valor de la autoconciencia en todo en nuestras vidas, incluso en las cosas simples, es importante. Tomen la música por ejemplo. Es maravilloso escuchar una buena grabación, una buena interpretación, una buena composición. Si uno es consciente, con conciencia técnica, de lo que han hecho el compositor y los instrumentistas, la experiencia es más rica. Sin embargo, la música grabada, por bien hecha que esté, nunca se puede comparar con escuchar la misma música en vivo. En la música en vivo, el espíritu, expresado a través de la composición, cobra vida y el oyente cobra vida en ese espíritu. Es una comunicación de espíritu a espíritu. Uno se siente tentado en pensar que una presentación en vivo es el epítome de la experiencia musical. No lo es. Tocar un instrumento o cantar, como parte de una actuación, es superior a simplemente escuchar. Al interpretar uno vive más dentro del espíritu de la música, y el espíritu del ejecutante se vuelve vivo, porque no es pasivo, como cuando uno simplemente está escuchando. ¿Hay mejor experiencia que esta? Sí. Tocar una pieza musical que uno ha compuesto excede tocar algo de otro compositor, incluso si la pieza es solo una pequeña cancioneta. Cuando uno está interpretando su propia composición, uno está consciente de todo lo que hay en la pieza. Uno es parte de la pieza. Saber lo que significa cada nota y cada matiz, y cómo se transmite el espíritu a través de ellos, tanto como compositor como intérprete, es una experiencia musical incomparable. En esto, no hay duda sobre el valor supremo de la autoconciencia.

En cada renacimiento, despertamos a la autoconciencia en etapas. Las etapas son recapitulaciones de experiencias evolutivas previas, diseñadas para llevarnos al estado humano en el que es posible la autoconciencia. Estas etapas coinciden con los nacimientos de nuestros vehículos de conciencia, desarrollados en el trabajo evolutivo pasado. El Espíritu, el Yo, se identifica sucesivamente con cada vehículo de conciencia a medida que nace, hasta que puede experimentarse y conocerse como sí mismo. Durante los primeros siete años de vida, sólo ha nacido el cuerpo físico denso. En el primer período, el Ego se identifica con este cuerpo. Si el cuerpo físico denso de un niño pequeño ha sido cortado, por ejemplo, su propio ser está en peligro en su conciencia, su identidad ha sido dañada o amenazada. Reacciona en consecuencia, lo cual es bastante diferente de la forma en que reaccionaría un adulto ante la misma lesión.

Alrededor de los siete años, cuando empiezan a salir los dientes permanentes, nace el cuerpo vital. Entonces comienza el período septenario de rápido crecimiento. El Ser se identifica a través del crecimiento. Esas medidas de altura en los jambas de las puertas son muy importantes para el individuo en desarrollo. Son un logro propio. Decirle a un niño de esta edad “come tus espinacas o no crecerás para ser grande y fuerte”, como se hace a menudo, es amenazar su identidad. En la pubertad nace el cuerpo de deseos y el Espíritu se identifica con él. El cuerpo de deseos, con sus demandas, frena la actividad del cuerpo vital y el crecimiento se ralentiza hasta detenerse. En esta etapa todo el mundo es un romántico. Basta con escuchar música pop para adolescentes durante unos minutos para comprobarlo. La emoción es el todo.

Los sentimientos heridos se toman como una lesión al propio ser. En la mayoría nace la mente concreta. En esta etapa de evolución, el Espíritu ahora funciona directamente dentro de la mente concreta. El espíritu tiene autocontrol de sus vehículos en proporción a su despertar en el pasado. El Yo, a través de la mente, toma el control de las emociones, es decir, si uno no se queda atascado en la etapa emocional y no ha crecido saludablemente más allá de ella. Existe el peligro de quedarse atascado en cualquier etapa. La evolución, en lo grande y en lo pequeño, es siempre progresiva y le corresponde a uno progresar con ella. Cuando uno se identifica con su mente concreta, la refutación de una línea de pensamiento puede ser tan grave para el Ser como un corte lo es para un niño pequeño. No es hasta que uno puede elevarse por encima de cualquier forma de identificación, con cualquiera de los vehículos de la conciencia, que uno puede ser consciente de sí mismo. Esto suele suceder después de los veintiocho años, si es que sucede.

Porque es posible trascender un vehículo de conciencia, no significa que la trascendencia sucederá. El despertar recapitulativo en las etapas de desarrollo que acompañan al nacimiento de nuestros vehículos es obligatorio. Nos sucede a todos porque es un trabajo que todos hemos realizado en nuestro pasado evolutivo y que estamos llevando a cabo en el presente. Podría llamarse impulso evolutivo. Continúa por sí solo. Algunos tienen preferencias por un vehículo u otro, y algunos incluso se apegan a uno u otro vehículo, pero ninguna de estas posturas es deseable para el éxito evolutivo, que requiere adaptación y progreso, sin apego. Nosotros, los Espíritus o Egos, hemos alcanzado la etapa humana. Como humanos, estamos en el umbral de convertirnos en creadores y estamos listos para dejar atrás nuestras carreras evolutivas como criaturas. En este estado, cada uno de nosotros tiene cierto grado de libertad, dependiendo de lo bien que hayamos trabajado durante nuestro pasado evolutivo. El trabajo creativo es espiritual, y la actividad espiritual es libre y voluntaria. No estamos obligados a la espiritualidad. “Gratis lo habéis recibido, dadlo gratuitamente.”

Algunos no trascienden la identificación con la mente, para identificarse consigo mismos como seres espirituales. Tal elección no es perversa. No es una rebelión obstinada. Suele ser una cuestión de ignorancia. Uno elige la vida mundana y la abraza como la realidad última, mientras ignora los asuntos espirituales. La mayoría de las personas insisten en que son conscientes de sí mismas. Probablemente lo sean, pero pueden estar equivocados en cuanto al grado, porque la autoconciencia es relativa. Uno es más o menos consciente de sí mismo. El grado de autoconciencia se determina mejor desde dentro. El Ego determina el valor.

Uno debe practicar, o ejercitar, la autoconciencia para despertarla. No sucede por sí sola. La mayoría de los humanos tienen poca o ninguna conciencia del alcance y la gloria espiritual de la creación evolutiva de la que forman parte. Muchos reconocen el genio, pero no creen que lo posean. Si se les dice que son dioses en ciernes, muchos lo dudan, aunque Cristo, el autor de su religión, lo declaró. Unos pocos han experimentado bautismos momentáneos y no voluntarios del Espíritu Santo, para alentar el desarrollo espiritual y ser consciente de sí mismos. Incluso entre ellos, hay un inseguro lapso en el fundamentalismo duro para su protección, en lugar de perseguir con entusiasmo una vida espiritual vigorosa. Que alguien pueda estar continuamente consciente de sí mismo en el Espíritu Santo, de modo que pueda hablar todos los idiomas como un nativo, o realizar curaciones milagrosas, es una ficción para la mayoría. Cuando se les dice que es el deber de uno trabajar fervientemente para alcanzar esos objetivos, incluso se encuentra con una resistencia obstinada. Cuando se trata de buscar el desarrollo espiritual, muchos de nosotros no somos muy diferentes de los profetas involuntarios del Antiguo Testamento. Sin embargo, la autoconciencia espiritual es una perla de gran valor, digna de nuestra atención. Tratar de comprender al Ego, desde la perspectiva de la filosofía trascendental, podría ayudarnos.

El Espíritu Universal busca la vigilia objetiva, la autoconciencia en el macrocosmos, tal como lo hacemos nosotros en el microcosmos. La búsqueda de la autoconciencia es una función del propósito divino. El Yo es una entidad espiritual para este fin. Es una objetivación del Espíritu Universal, dentro del Espíritu Universal. Es un ser, un ser espiritual, dentro de un ser espiritual. La objetivación es una triple concepción. Nuestros Yoes son ideas microcósmicas, divinas; el Yo macrocósmico, al que llamamos Dios, es también una idea. El Espíritu es espíritu, pero Dios es una concepción, una concepción divina del más alto nivel. Las matemáticas proporcionan una excelente analogía. Así como un triángulo es el objeto de línea recta más simple en el espacio en cualquier número de dimensiones, el espíritu triple es la objetivación espiritual más simple en cualquier dimensión o número de dimensiones.

En la Filosofía Rosacruz, aprendemos que el triple espíritu está compuesto por el Espíritu Divino, el Espíritu de Vida y el Espíritu Humano. Todos los demás estados manifiestos del ser están dentro del Espíritu Divino, y el Espíritu Divino está dentro de todos los estados manifiestos del ser. Espíritu Divino es. Su ser, o eseidad, es tanto pasivo como activo. El ser no activo, pasivo o indirecto del Espíritu Divino raya en el no ser. El no ser en este sentido significa “virginal en ser”, del término “Espíritu Virginal”. Si el foco de atención en el Espíritu Divino está en el estado pasivo o de no ser, el estado activo se libera. Este estado activo de ser dentro del Espíritu Divino, nace, o mejor, renace eternamente, como Espíritu de Vida. El Espíritu Divino se personifica en el Padre y el Espíritu de Vida se personifica en el Hijo. Así, el Hijo es el “unigénito” del Padre de la teología cristiana ortodoxa. En esto podemos ver un paso del no ser, o ser indirecto, al ser activo. El Espíritu Divino intenta y, en el intentar, no pierde su omnipotencia como lo haría en la acción directa. Del Evangelio de San Juan aprendemos repetidamente que Cristo, el Hijo, lleva a cabo la voluntad o intención del Padre, no el mandato activo del Padre. “El Padre ama al Hijo, y ha puesto todas las cosas en su mano.” El Espíritu Divino y el Espíritu de Vida son estados de espíritu puro. No tienen estructura, especificidades, ni ninguna otra limitación u objetivación. Si lo hicieran, no serían espíritu puro. Dan vida a las cosas. El Espíritu Divino se refiere a veces como el masculino espiritual, y el Espíritu de Vida como el femenino espiritual. El Espíritu de Vida tiene el poder de la imaginación pura, o la concepción pura. Con esto se quiere decir que puede imaginar la capacidad de imaginar o concebir la concepción. Si se imaginara una imagen, o se concibiera una concepción, esa imagen o concepción estaría fuera del ser del Espíritu de Vida, aunque interpenetrada por él. Así, los principios, ideas y otros conceptos del Espíritu de Vida están fuera de él, en un estado de ser propio. En la Filosofía Rosacruz, este estado de ser se llama la subdivisión abstracta del mundo del pensamiento. Cristo, hablando desde el Espíritu de Vida, dice en el Evangelio de San Juan: “Yo soy la verdad”. Siguiendo nuestra línea de teogonía, si el Espíritu de Vida es verdad, pura verdad, entonces los principios, ideas y conceptos del pensamiento abstracto, son verdades. El descenso es del no ser, o ser indirecto, al ser activo, continúa en un ser. Este es el descenso del Espíritu Divino, al Espíritu de Vida, al Espíritu Humano o al Yo. Para conocer su mismidad los estados del Espíritu Puro: Espíritu Divino y Espíritu de Vida, deben proyectar un ser fuera de sí mismos dentro de sí mismos. Así, la objetividad universal nace a través de una objetivación limitada fuera del espíritu puro. La concepción, el Sí mismo, es universal, pero tiene limitaciones universales, internas e intencionales. La pura verdad en puro espíritu es incomprensible incluso para el más alto grado de racionalidad. Es supra-racional. Las limitaciones dentro de las ideas, incluyendo la idea del Yo, o la idea de Dios, no deben despreciarse en lo más mínimo. Después de todo, es a través de esta limitación, esta objetivación, esta exterioridad, que el Espíritu Universal llega a la autoconciencia. Autoconciencia, si existiera tal palabra, sería mejor.

Hemos visto algunos de los muchos beneficios de la autoconciencia en la vida diaria y en las actividades elevadas. Hemos visto el pedigrí divino del Yo, y hemos visto su importancia para los estados superiores del espíritu más allá del Yo. ¿Puede haber realmente un problema del Yo? La respuesta a esta pregunta podría ser un problema teológico o metafísico, pero no lo es. El problema es un problema práctico que surge con la aspiración espiritual activa. Estamos aspirando a algo más que la autoconciencia. La unión divina es nuestra meta. Es más que “más cerca de ti mi Dios”, divino. Queremos ir más allá del Yo, o del Yo macrocósmico. Es decir, Dios, a los estados superiores del espíritu. Queremos vivir “no se haga mi voluntad sino la tuya”.

Cuando comenzamos a tratar de vivir la vida superior, inmediatamente nos encontramos con el egoísmo. Aprendemos que parte del egoísmo surge del pseudo-ego o yo inferior, que debe ser superado. Al buscar, uno puede preocuparse por la naturaleza inferior y la lucha con ella, lo que en realidad puede fortalecerla y darle más validez de la que merece. No obstante, tenemos que domesticarlo y hacerlo subordinado al verdadero Yo. Cuanto antes podamos hacer esto, mejor será para nosotros. La razón de la prisa es que el sabor, o cualidad del alma, del verdadero Yo que está determinada por el alma emocional del cuerpo de deseos que la alimenta. Lo que hacemos es en lo que nos convertimos. El Yo no puede volverse ruin, y ciertamente puede espiritualizar cualquier cosa, pero uno ciertamente no quiere alimentarlo con la esencia de las cáscaras del deseo grosero, egoísta y sensual. Aunque domar al pseudo-yo es obligatorio e importante, no es la fuente del problema del Yo.

El problema del Yo surge cuando miramos hacia arriba, no cuando miramos hacia abajo. Surge cuando uno se dirige al Espíritu Universal, como en la oración, por ejemplo. Nos dirigimos al Espíritu Universal a través del centro del Yo, pero el Espíritu Universal no es el Yo. El Espíritu Universal está dentro y más allá del Yo. En este sentido, el Yo es su propia barrera ante la conciencia más allá del Yo. Este es el problema del Yo.

Varias religiones y escuelas filosóficas de pensamiento han surgido para resolver el problema del Yo. Hay muchas soluciones, demasiadas para un ensayo breve o incluso para una vida de estudio. Son profundos, sutiles y recónditos, demasiado para este ensayo. Se ofrecen algunas palabras sobre varias de las filosofías más destacadas sobre el problema del Yo, para ayudarnos a comenzar a comprender el problema, a apreciar los diversos esfuerzos para resolverlo y alcanzar la meta de este ensayo. Algunas de estas palabras pueden parecer infantiles y simplistas a los buscadores profundos. ¡Compasión, por favor!

De algunos buscadores, uno escucha las palabras “autodominio”. Estas palabras se encuentran incluso en alguna literatura rosacruz. Es una combinación de palabras difícil y paradójica. Como en la mayoría de los asuntos metafísicos, la visión rosacruz es evolutiva. En el curso de la evolución espiritual, uno despierta a la individualidad. A medida que uno despierta, ejercita el Yo en el trabajo creativo y evolutivo. En este trabajo, el Yo cobra vida y sus poderes se despliegan. Este trabajo de autodesarrollo se lleva a cabo desde dentro del Yo. Uno podría incluso pensar en ello como un ejercicio isométrico espiritual. No hay límite para el autodesarrollo, excepto que el Yo sigue siendo el Yo, con las limitaciones internas de la idea de un ser que es. Se alienta al autodesarrollo de los aspirantes rosacruces. El autodesarrollo connota algo diferente del autodominio. En el dominio uno domina algo fuera de uno mismo, como uno domina las matemáticas o una discapacidad. Uno no puede dominar su Yo desde afuera. Si uno lo intenta, ¿quién está haciendo la masterización? ¿de cuáles? Incluso si uno permite el autodominio desde adentro, lo que frenaría algo de la creatividad del Yo, uno no hace nada para ir más allá del Yo. De hecho, bajo esta luz, un intento de autodominio podría incluso hacer que ir más allá del Yo sea más difícil, con una mayor preocupación por uno mismo. De paso, cabe mencionar que, en la práctica, el autodominio suele referirse más a que el Yo domine todos sus vehículos, que a tratar de dominarse a sí mismo.

Otra solución paradójica al problema del Yo es destruirlo. Lo que a veces se quiere decir con estas palabras es destruir el pseudo-yo, el ego inferior. Incluso eso no es aconsejable, si es que es posible. Es preferible domar la naturaleza inferior y ponerla al servicio del Yo Espiritual. Fue engendrado con la ayuda de jerarquías divinas y creativas, y la disolución de las creaciones divinas generalmente no es sabia. Cuando se trata del Yo espiritual al que se refiere, hablando en broma, uno puede despachar esta solución de una manera superficial, preguntando "¿quién está destruyendo a quién?" Este escritor no sabe si la destrucción de un Yo es posible, y si es posible, ¿puede ser hecha por uno mismo en un suicidio del Yo espiritual, por el Yo espiritual? En los círculos espirituales, incluidos los informes de algunos investigadores rosacruces, algunos individuos crean vehículos que no pueden controlar. Tales personalidades viven, sin un espíritu interno, durante miles de años, utilizando diversas formas de vampirismo oculto. Una descripción clarividente de la retirada de un espíritu triple de su personalidad renegada se da en A Strange Story por Bulwer Lytton. El Concepto Rosacruz del Cosmos nos dice que en casos tan extremadamente raros, la entidad debe esperar eones por otra manifestación creativa para tener otra oportunidad. El Espíritu Virginal no puede ser destruido porque es parte del Espíritu Universal. El Concepto Rosacruz del Cosmos no dice explícitamente si el triple espíritu, el Yo, se desarma o no, en estos casos.

Este escritor sospecha que destruir el Yo no es la intención de aquellos que usan esas palabras. Lo más probable es que el apego al Yo sea lo que debe ser destruido. Este concepto no es ajeno al cristianismo. “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y cualquiera que pierda su vida por causa de mí, la hallará.” La intención es, más bien, trascender el Yo al Espíritu de Vida. Hay una analogía que es, al menos, parcialmente cierta. Es análogo dejar el cuerpo físico denso para funcionar conscientemente en los mundos superiores, sin el estorbo y la limitación del cuerpo físico denso. No se puede hacer si uno está apegado a su cuerpo. La analogía se rompe porque, cuando uno deja el cuerpo físico, todavía es consciente de sí mismo, pero más allá del Yo no hay conciencia de sí mismo excepto la que es un reflejo del Yo. Esto es exactamente lo que informan algunos que sostienen este punto de vista y que han tenido la experiencia. La experiencia es completamenteinefable. Otros, de otras escuelas, con líneas de pensamiento similares, informan que el carácter general de la experiencia de trascender el Yo puede ser impreso en el Yo, pero con las limitaciones del Yo. Con la hipótesis de que estos informes son ciertos, la impresión es posible, a través del componente Espíritu de Vida del espíritu triple. En cualquier caso, esto es algo descabellado, recóndito y alejado de la posibilidad para la mayoría de los humanos.

A los ojos de este escritor, el cristianismo tiene la mejor solución al problema del Yo. También es una solución accesible para todos, y no solo para los meditadores consumados. Es simple. Uno se da a sí mismo a Cristo. Al hacerlo, uno no abroga su responsabilidad, la cumple y lo hace de una manera más amplia de lo que es posible con una orientación egocéntrica. Uno hace lo que hace, pero lo hace por causa de Cristo. En esto, la orientación del Yo se desplaza hacia el otro, el Otro universal, el Otro último. Esto es posible porque el Yo encuentra su propósito en la unidad general de su fuente en el Espíritu de Vida, la fuente del propósito. Esto va más allá de vivir para uno mismo, y se universaliza. Ninguno de estos beneficios resta valor a los medios antes mencionados de ir más allá del Yo. Esos métodos son válidos y altamente sofisticados, con siglos de desarrollo por parte de muchos practicantes serios. Sin embargo, hay una diferencia notable en las descripciones de la experiencia. La experiencia más antigua y oriental, como se describe arriba, es menos personal. Para algunos, la experiencia parece cruda e incluso vacía. Para los practicantes occidentales modernos, las descripciones parecen vacías de carácter, lo que, para algunos, se considera una virtud. La caracterización parece ser indicativa de la evolución de la conciencia, desde el oriente antiguo hasta el occidente moderno. El carácter es una cualidad del espíritu. Una experiencia espiritual que incluye el reconocimiento del carácter, es una experiencia más rica y completa. El materialismo occidental ha exagerado la apreciación del carácter. En medio del materialismo, la gente quiere más que el carácter de la divinidad, quiere un Dios personal y un salvador personal, a pesar del mandato bíblico contra la personalización. Este tipo de exageración materialista pone algo correcto, en el lado equivocado del problema del Yo.







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